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El embajador de Bolivia participó en Chivilcoy de la celebración de la Virgen de Urkupiña

Ramiro Tapia Sáenz participó de las actividades y compartió un almuerzo junto a la secretaria de Gobierno del municipio Patricia Mangino y la titular de Derechos Humanos, Género y Diversidad Sexual, Fernanda Pommarés.

 

La secretaria de Derechos Humanos, Género y Diversidad Sexual, Fernanda Pommarés, y la subsecretaria de Gobierno, Patricia Mangino, acompañaron las actividades realizadas por la colectividad boliviana de Chivilcoy, en el marco de la celebración por el Día de la Virgen de Urkupiña. 

Cabe remarcar que estuvo presente el embajador de Bolivia Ramiro Tapia Sáenz; la agente del viceconsulado de Bolivia en Pilar, Yesmi Cruz; y el presidente de la colectividad de Chivilcoy, Jesús Peña, quienes previamente, en horas de la mañana, fueron recibidos por el intendente Guillermo Britos en el Palacio Municipal.

En primer lugar, la misa por la Virgen de Urkupiña se realizó en la parroquia San Pedro. Luego, se llevó a cabo la peregrinación hasta el Club 22 de octubre, donde se desarrolló el acto cívico y compartieron un almuerzo. Más tarde, se presentaron las diferentes fraternidades invitadas.

LA FESTIVIDAD

La Virgen de Urkupiña o Urqupiña es una advocación de la Virgen María Asunta, que se venera el 15 de agosto en la ciudad de Quillacollo, capital provincial a 14 km de la ciudad de Cochabamba en Bolivia.

Según la tradición popular, a fines del siglo XVII, hacia el sudoeste de Quillacollo, vivía una familia de campesinos que subsistían gracias a la utilidad de su pequeño rebaño de ovejas que se encontraba al cuidado de la hija menor. La muchacha se dirigía a diario hacia las bajas colinas del frente de Cota, pasaba el río de Sapinku, donde había pasto en abundancia para su rebaño. Un día de agosto, se le habría aparecido una señora con un niño en brazos, con la que sostenía largas conversaciones en el idioma del lugar, el quechua. La pastorcita jugaba con aquel niño en las aguas de una vertiente que brotaba de las rocas.

Desde entonces, casi siempre la muchacha demoraba al retornar a la choza de sus padres. Cuando ellos le preguntaron el motivo, la niña relató sus encuentros con la señora a quien llamaba “la mamita y el niño”. Decía que descendían a jugar con ella en la chimpa juturis (o chimpa pilas), que así se llamaban y continúan llamándose las dos vertientes de agua clara y dulce situadas al pie de la colina. Al oírla, sus padres se alarmaron y se dirigieron repetidas veces a la verde colina para convencerse de los increíbles relatos.

Al reiterarse la visita de la "Mamita", la niña fue en busca de sus padres y estos buscaron al Doctrinero (las parroquias eran denominadas doctrinas y, por extensión al sacerdote, Doctrinero), y vecinos del rancherío, que anoticiados del acontecimiento decidieron cerciorarse de su veracidad, acudiendo al lugar donde la niña los guiaba. La Virgen, al ver que la pastorcita no aparecía se levantó de donde estaba y subió cuesta arriba el cerro, mientras la niña gritaba indicando con el dedo, en quechua "Jaqaypiña urqupiña, urkupiña", que en español significa "ya está en el cerro"" (urqu=cerro, piña=ya está), de ahí el nombre castellanizado. Cuando llegaron a la cima la señora desapareció, pero lograron ver una imagen celestial que se esfumaba en la maraña de los algarrobales, cactus y ululas. Convencidos de que la visión era extraña, corrieron al pueblo. El párroco convocó a los pobladores, y junto a otras autoridades acudieron al lugar del prodigio frente a la ranchería de Cota. La multitud bulliciosa trasladó esta imagen a la capilla de Quillacollo y desde entonces es conocida como la Virgen de Urkupiña, que es muy venerada por el pueblo boliviano y los relatos de los milagros que se prodigan a sus devotos son extraordinarios. En ese lugar se construyó una capilla de la Virgen, que se ha trasladado al templo Matriz de Quillacollo hasta donde llegan peregrinos de toda Bolivia y Sudamérica para venerar a la patrona de la Integración Nacional. (El relato fue elaborado por monseñor Francisco Cano Galvarro y Mercedes Anaya de Urquidi).








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